El mar siempre me ha fascinado. Cuando era pequeña, el mar era para mí una franja estrecha de agua que nos separaba de Àfrica y los leones. Pero tenía unas
corrientes bastantes fuertes, en la que si te despistabas nadando o jugando con
los primos, la corriente te arrastra y entonces, por muy bien que sepas nadar,
te ahogas y nunca más te encuentran. O al menos, eso era lo que me contaban mis
padres para que no me alejara de la orilla y que me mantuviera siempre visible. Así se ahorraban sustos.
Nunca he sido una nadadora muy veloz, de hecho siempre he
preferido bucear a nadar, y me entrenaba a todas horas para aguantar unos
segundos más sumergida. Alcancé mi récord a los diez años, con un minuto y diez
segundos, y mantuve esa marca todo el tiempo que pude.
De los once a los dieciocho, pasaba las vacaciones en un
cámping de la playa de Valdevaqueros, en Tarifa. Ya se tenía cierta
independencia, y nuestros padres podían relajarse un rato sin tener que estar
pendiente de que sus pequeñines todo el tiempo. Y, como era habitual, no dejaba
de practicar mis inmersiones buceando cada vez más lejos y más hondo.
Lo que más me gustaba era abrir los ojos en el mar. Los
rayos de luz del atardecer se filtraban en forma de haces verdosos y dorados,
sobre un horizonte submarino hecho de tonos de azul, abajo más oscuro y arriba,
cerca de la superficie, en celeste. Alargaba los brazos y los observaba,
moteados por la luz, tanto tiempo como me permitiera mi capacidad pulmonar.
Subía a la superficie sólo para volver a bajar, hasta el suelo, donde el agua
era más fría y dolía en los oídos. Subía con puñados de piedrecillas o buscaba
conchas, que las de la orilla eran muy pequeñas o estaban rotas; no obstante,
la mayoría del botín era devuelto al mar. Todavía conservo de aquella época una
concha blanca y tres piedras planas, que de vez en cuando uso como inciensario.
Hoy en día, vivo en una ciudad sin mar. De vez en cuando,
cierro los ojos y me veo ahí, con los brazos extendidos, braceando e
impulsándome arriba y abajo, con los brazos llenos de reflejos verdes y dorados.
Es muy probable que el día de mañana viva en otra ciudad que no tenga mar, pero
no pasa nada. El mar que yo recuerdo no está fuera, sino dentro de mí, y allá a
donde vaya lo llevo siempre conmigo.
"Nunca he sido una nadadora muy veloz, de hecho siempre he preferido bucear a nadar" júralo XDDDD
ResponderEliminarLo tuyo no se puede llamar bucear, es más bien "ir por el fondo"
ResponderEliminaresa de la foto eres tu? que mal royo:
ResponderEliminarhttp://s3.subirimagenes.com:81/otros/previo/thump_7334303foto4442.jpg
Ostia que buena XDDDD
ResponderEliminarVoy a subir la original a meristation a ver qué hacen XD
http://s3.subirimagenes.com:81/otros/previo/thump_7334311foto444.jpg
Más te vale que no me entere de quien eres...gilipollas!!!
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