lunes, 26 de noviembre de 2012

Ropa vieja, libros nuevos



¡Ay de esas personas que ya tenías arraigadas en tu vida!
Todas, tarde o temprano, acaban por irse, dejando un vacío increíble, un vacío que no puedes comparar a ninguna otra cosa.
De repente darías cualquier cosa por volver a oír hasta aquellas expresiones manidas de tanto uso, aquellas bromas y chistes que ya odiabas de tanto escucharlas. 
De repente, sin darte cuenta, esa tierra vacía que dejan esas grandes raíces, tan arraigadas en ti, se van llenando poco a poco de nuevos amigos, de nuevas parejas, nuevos amantes. Y una por fin aprende que, para que entre algo nuevo y bueno, en tu vida, que te llene, que realmente te haga feliz, deber antes arrancar las malas hierbas.
Quitar poco a poco esas cosas que te sobran, hacer hueco en los armarios y en las estanterías de tu vida, para dejar espacio a nuevos libros y nueva ropa.
Nuevas historias, nuevos estilos, nuevos caminos por descubrir… Y dejando atrás los lastres, sin remordimientos, alegremente, aceptando el pasado, podemos hacer que esos libros que dejamos, esa ropa que ya no nos ponemos, no estén nunca en mal estado, y que otras personas que vengan después de ti puedan disfrutarlas.
Que cuenten anécdotas sobre ti con amigos y con sus futuras parejas sobre cosas que habéis hecho, que habéis dicho, que habéis vivido. Por eso, si lees esto y te sientes identificado, consuélate pensado que lo malo de encontrar al amor de tu vida es lo bien que te lo pasas buscándolo




miércoles, 24 de octubre de 2012

La cosa va de cifras

En mi nuevo piso, somos seis:

Tres son chicas, tres son chicos.
Cuatro viven abajo, y dos en el piso de arriba.
Tres se han criado en España, los otros en el extranjero. 
Tres están cursando alguna espacie de intercambio internacional, los otros tres no.
Las chicas hablan muy bien español, los chicos... ¡Hacen lo que pueden!
Dos han nacido en España, el resto, en diferentes partes del mundo.
Tres cocinan bastante bien, los otros tres hacen lo que pueden.
Dos tienen el pelo rizado; los otros cuatro, liso.
Tres estudian ciencias, los demás letras.


Cada uno es muy diferente al resto. Aun así todos nos llevamos muy bien. Somos como una pequeña familia. Y a quien más, a quién menos... les he cogido bastante cariño. Va a darme mucha pena que este curso se acabe solamente por no querer pensar en despedidas.

sábado, 21 de julio de 2012

Entretelas desgarradas.

Será porque paso mucho tiempo sola al cabo del día, será porque estoy estudiando prosa romántica y algo de melancólico derrotismo se me está pegando, será porque estoy especialmente sensible; pero llevo unos días sintiéndome muy mal por todo.
He pasado un año muy duro, sin fuerzas para ponerme a estudiar en serio, sin fuerzas para ordenar mi vida, sin ganas ni ilusión ninguna. Y a pesar de los buenos momentos, de las risas, de la complicidad entre amigos tomando cervezas, batidos, tés helados o lo que encartara en cada caso; el despertador sonaba y no hacía más que inventarme excusas para no salir de la cama. Me agobiaban las aulas. Me sentía insignificante en el enorme pasillo de filología. Me decía una y otra vez mientras salía huyendo de la facultad que esas fotocopias que debo recoger pueden esperar a mañana, que ese libro que hay que sacar de la biblioteca no se va a mover de ahí y que el lunes debía comenzar en serio: a estudiar a diario y a seguir mis lecturas al día, como llevaba haciendo estos últimos cuatro años.
Pero no.
Y poco a poco me fui abandonando.
Y me repetía a mí misma que era feliz.
Debo ser una buena mentirosa y actriz si he sido capaz de engañarme todo este tiempo. Yo no soy así. Yo nunca he sido así.

Pero hoy he notado algo que hace mucho tiempo que no sentía.
Ilusión.
Ganas.
Optimismo.
Me he visto a mí misma cruzando el umbral de mi nuevo piso, estudiando en el escritorio un frío sábado por la mañana, mientras espero a que el té esté listo para amenizar las lecturas obligatorias. Me he visto en la terraza preparando una shisha mientras veo el sol ocultándose entre los tejados. Y horneando mis recetas morunas. Y preparando un bento para ir al río o al parque. Yendo a clase con una sonrisa.
Porque puedo.
Y sabré que todo en mi vida está en orden cuando me levante por la mañana con una sonrisa.

Tengo una sonrisa demasiado bonita para no irla enseñando por ahí.




lunes, 9 de julio de 2012

Humo en la avenida.


Me iba al día siguiente y para siempre de aquel piso. Había sido un año intenso, sin precedentes. Con grandes alegrías pero, sobre todo, complicados reveses y golpes difíciles de encajar; pero que, poco a poco, he ido superando (no sin dificultad). Abandonaba a ruidosa Luis Montoto.

Adiós a los sonidos de ambulancia a las tres de la mañana, o a los grupos de jóvenes borrachos hablando a gritos entre sí al salir de la discoteca de enfrente. Adiós a aguantar la tapa del wáter porque esté suelta y siempre se caiga. Adiós a presionar la persiana con una mano mientras porque está atascada y no puede subir. Adiós a las fundas de sofá que dan alergia, y a las cortinas que solo hacen soltar polvo. Adiós a una vitrocerámica que te da calambre cuando intentas limpiarla. Adiós a la luz tililante del pasillo, que convertía ir al servicio por la noche en una escena de película de terror. Adiós a esa sensación de muerte inminente cuando se prendía el calentador de butano…

A pesar de todo, voy a echar de menos vivir ahí, y como me conozco ya, sé que no tardaré en esbozar una sonrisa cuando pase por el portal del que fue mi piso en este año de locos.
Porque al fin y al cabo, también es cierto que he compartido techo con las dos mejores compañeras de piso que he tenido nunca, y sin ellas saberlo, han contribuido mucho para que este curso fuera especial. A las dos (ellas ya saben quiénes son) gracias. Muchas gracias por todo.

Por eso, en mi último día en Luis Montoto, salí al balcón con una silla y una shisha de mora. A disfrutar de las vistas de la avenida mientras el sol comenzaba su lento y perezoso descenso. Salí a saborear una última tarde en Sevilla, oyendo a ratos las desenfadadas conversaciones de la gente sentada en la terraza del bar de abajo. Palabras y fragmentos sueltos, mezclándose unos con otros y fundiéndose con el ruido de la calle. En una tarde que olía y sabía a moras.




miércoles, 20 de junio de 2012

Las aguas que vuelven a su cauce.

Esta no es es una disculpa por haber dejado el blog abandonado durante tanto tiempo. Ni pienso desplegar una lista de estériles excusas:
...no he tenido tiempo por los estudios...
...he estado ordenando mi vida...
...he estado muy ocupada con otros proyectos...
...no me encuentro inspirada...
...he tenido ciertos problemas personales...


MENTIRA
Todo son mentiras a medias... Ni he estado tan ocupada, ni me encuentro a falta de cosas interesantes para escribir, ni mi vida es un caos tal que requiera que abandone esos momentos especiales de esparcimiento en los cuales enciendo mi shisha y disfruto escribiendo torpemente, hilando recuerdos y compartiendo lo que mejor puedo dar de mí con vosotros, esos anónimos del otro lado de la pantalla.
No sé si me habéis echado de menos, y no estoy del todo segura de haberos extrañado a vosotros, como no os conozco bien no puedo saberlo.
Simplemente necesitaba retomarlo, al igual que hace unos meses necesitaba descansar.


viernes, 23 de marzo de 2012

Desempolvando recuerdos

A veces me pongo a pensar en el pasado.
No en un pasado reciente, voy mucho más allá. Anoche no podía dormir pensando en las cosas que tenía que hacer a lo largo del fin de semana; y como eso iba para largo, dí un frenazo mental. Pensé en cosas agradables para dormir. En lugares y situaciones relajantes. Evoqué el mar en el que me bañaba de pequeña. 
Pero todo fue inútil.

Entonces, entre mis variados pensamientos, se me vino a la cabeza la imagen de amigos y familiares señalándome, algunos con ironía, otros con admiración, otros tantos con indiferencia, mi capacidad de recordar con todo detalle cosas que han pasado hace mucho, mucho, mucho tiempo. Y entonces caí en a cuenta de lo siguiente: Nunca me ha dado por fondear en mis recuerdos más antiguos.

Recuerdo perfectamente la guardería. Cómo mi abuelo materno se presentaba en casa cuando aún estábamos desayunando y nos llevaba a mi hermana y a mí de la mano hasta allí. Jugábamos en el patio diminuto, girábamos en la tarima una y otra vez hasta caer mareados y sentir cómo toda la habitación daba vueltas, riendo. O cómo nos echábamos hacia atrás, a ver si realmente podíamos caer de espaldas en el suelo; yo nunca lo logré, en el último minuto daba un paso atrás y me incorporaba, pero en alguna que otra ocasión calculaba mal y me caía de lado. Fue ahí donde empezó mi aversión a recogerme el pelo con cintas y coletas, porque siempre se me caían mientras jugaba, o me destrozaba los peinados a base de manosearme el pelo. (¡Joder! Ahora que lo escribo es como si lo estuviera viviendo otra vez.)
Son recuerdos bonitos, pero no son los más antiguos.

Recuerdo la mesa redonda del comedor de casa, que luego cambiaríamos por la que tenemos ahora. Y la primera vez que África, la chica que nos cuidaba mientras mis padres estaban en el trabajo, me hizo un batido de fresas con fresas naturales. Me pasé días y días "portándome bien" para que me hiciera otro. También nos daba unos huevos minúsculos de chocolate cuando le dabas un beso, y nos hacía disfraces con servilletas desdobladas que luego pegaba con cinta adhesiva. Mi favorito era el de Batman, que tenía casco y todo ¡era genial! y después el de Supermán, que usaba saltando por el sofá verde del comedor gritando "¡África, África, mira como vuelo!"

Ese mismo sofá verde en cuyo respaldo me ponía de pie, apoyándome en la pared, mientras mi hermano (Ese gran desconocido) pasaba las manos palmeando y diciendo con voz de ultratumba "¡el arran...capiés!" Gritábamos mucho, claro, a nadie le gusta que le arranquen los pies, y entonces venía nuestra madre a reñirnos. Creedme si os digo que la frase más usada por mí de pequeña era "¡Mamaaa! ¡Mira a Santi!" "¡Mamaaa! ¡Santi me está haciendo de rabiar!" Y sus múltiples variantes. Pero gracias a él me apasionan los videojuegos, porque gracias a él entró en casa la primera consola, una NES que todavía pulula por los armarios. Algún día la repararé y jugaré con ella y todos los cartuchos que teníamos, pero eso es futuro, y yo estoy hablando de pasado. De todos modos, las jugarretas de mi hermano no son mi recuerdo más antiguo.

¿Cuál es entonces? 
Mirar una foto unas semanas antes, en casa, me dio la pista. Una foto ligeramente desenfocada, en la que el flash se "come" mi diminuta nariz, el pelo me tapa las orejas y las cejas. y salgo con cara de susto.  Seguramente debía ser de las primera veces que me daban un flashazo en la cara, o puede que sea porque era la primera vez que escuchaba música con unos auriculares. En la trona estaba el walkman, mucho más grande que mis manos.
Esa foto.
Me la tomó mi abuelo. 
El día en que mi hermana Eva vino por primera vez a casa.

Me acuerdo de eso, perfectamente. No sé qué sucedió cuando entraron por la puerta cargando con el bebé, ni lo que sentí la primera vez que la vi. Ni cuánto tiempo estuve ese día con mi abuelo, ni lo que hice a lo largo del mismo. Pero si hubiese tenido uso de razón (algo más de lo que una criatura de 14 meses de edad pueda tener) le hubiera dicho "Bienvenida al mundo, pequeña"

Curioso.


Mi recuerdo más antiguo es también uno de los más bonitos.


lunes, 19 de marzo de 2012

Black week


Ayer acabó por fin lo que yo llamo “Semana negra de Elouan” o también “Fuking black week”. ¡But the fucking black week is over now!
Y es que desde el lunes pasado no han parado de ocurrirme pequeñas “desgracias” encadenadas unas a otras, formando bolas y atragantándose, luchando por ver quién me jode más; compitiendo por la medalla de oro en el certamen “Yo le amargué la vida Elouan”. Pero pobrecitas, no hicieron ni podio. Conmigo no puede nadie. (Sí, soy una exagerada de libro, lo sé, pero es que soy gaditana ¿Qué esperabas? Lo llevo en la sangre.)
A lo largo de esta semana:
-La facultad ha anulado mi matrícula, así, porque sí. Al final resultó ser un error de secretaría. (Uno de tantos, pero al parecer este año se están cebando conmigo que da gusto) Y claro, lidia con secretaría… lidia con el banco… lidia con un padre cabreado en modo “furia berséker” amenazando con hacerte regresar a casa si no solucionas todo “para ayer”…
- Me llamó la policía el viernes por la tarde-noche para hacerme saber que tenían en comisaría mi DNI y mi tarjeta de SeVici. Y yo digo ¿Cuándo me han robado la cartera? ¿Por qué sólo aparecen estas dos tarjetas? Es una putada, porque hacía dos días escasos que recogí del banco mi tarjeta bancaria (un cajero se la había tragado y tuve que solicitar un duplicado)
- Mi cámara de fotos ha desaparecido. La que me compré en París durante el erasmus. Sí, la que tiene un valor emocional incalculable. La marrón. Esa misma. No sé si tiene que ver con el robo misterioso de la cartera, no sé si se me ha perdido o me la he dejado en casa de algún amigo. La cuestión es que no está, y sin mi cámara se frenan drásticamente mis dos proyectos, que había empezado apenas dos días antes.

Resumiendo. Nunca antes había dicho con tantas ganas ¡YA ES LUNES! ¡Comienza una nueva y mejor semana!