Hoy os traigo, basado en hechos reales y recientes, "La increíble y real historia del tomate alquímico"
Y es que hace ya más de un mes, una de mis compañeras de
piso decidió iniciar la famosa Dieta Dukan para perder unos kilitos, y me dio algunos
alimentos que no iba a necesitar, entre otros, un paquete de picos, tres litros
de leche entera, una botella de coca-cola y una cajetilla de tomates.
El tiempo pasó, ya lo largo de los días fui gastándolo
todo… menos UNO de aquellos tomates, que se quedó triste y sólo en aquella cajetilla
de plástico, hasta ayer. Cuando, cocinando, esta misma chica comentaba que le
faltaban tomates para hacer un ratatouille, me acordé entonces de mi rojo
amigo, que había quedado relegado al fondo de mi balda de la nevera.
Inmediatamente, e imaginando lo peor, fui a buscarlo y…
¡Tachán! Jamás ví un tomate con mejor pinta que esa. Tenía, de hecho, mejor
presencia que unos pimientos comprados el día anterior. “Seguro que por dentro
está podrido”, pensé, y lo abrí por la mitad. Creo que una imagen vale más que
mil palabras.
(Por cierto, delicioso el ratatouille que preparó esta
chica, y muy jugoso el sándwich de queso fresco y tomate que cené aquella noche.)
Da mucho que pensar, sobre la cantidad de conservantes y demás aditivos químicos que tomamos diariamente en cada comida, pero eso ya lo dejo al gusto del lector.
Eso es porque no es de fruteria sino de supermercado. Yo no compro fruta ni verdura que no se estropea, me da yuyu
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