sábado, 31 de diciembre de 2011

Pollo con salsa de curry


Aquí os dejo con una recetilla de las mías, que empezó siguiendo a rajatabla el modus operandi de un libro de recetas, y que poco a poco he ido modificando, añadiendo y simplificando, hasta llegar a lo que es ahora, una receta de supervivencia estudiantil, pero con un toque sofisticado. La pongo en práctica de vez en cuando, cuando quiero darme un capricho culinario, no soy muy de cocinar con curry.

Procedimiento:
Pelamos, cortamos y picamos una cebolla grande, una manzana verde o roja (que no sea de las ácidas, no quedan tan bien) y una zanahoria grande. Calentamos aceite o mantequilla en una sartén y doramos bien los tres ingredientes. Cuando la manzana tenga el aspecto de una compota, añadimos un brick de nata para cocinar, la piel de medio limón, una cucharada de azúcar, curry al gusto y lo dejamos a fuego medio durante 15 minutos, removiendo de vez en cuando. Añadimos un poco de sal y probamos para comprobar que no le “salga” ningún sabor. ¡Estamos a tiempo de rectificar!
Ahora, si quieres, puedes pasar la salsa por la batidora quitándole antes la piel del limón, pero yo prefiero encontrarme los trocitos de cebolla y zanahoria... y así me ahorro limpiar un cacharro más.

Cortamos las pechugas de pollo (De dos a cuatro filetes, dependiendo del tamaño) en tiras de dos dedos de ancho, o en taquitos pequeños. Los doramos un poco con aceite en una sartén, los apartamos y los añadimos a la cazuela de la salsa.

Puedes preparar un poco de arroz basmati para acompañar (¡sigue las instrucciones del paquete, so vago!). Aconsejo que añadas al agua de hervir un puñado de hierbabuena o menta y una cáscara de limón, le da un toque de sabor bastante agradable. También hay vasitos de arroz, de esos que los pones en el microondas y se hacen solos. O puedes preparar un cuscús.  En la variedad está el gusto. ¡Pero que sea basmati, que con el arroz redondo no queda igual!



Ya está.
Recuerdo una vez que tuve que preparar pollo al curry para quince personas, y las proporciones me bailaron mucho. Tardé horas en reducir la salsa y comimos casi dos horas más tarde de lo planeado.
Este plato también es ideal para añadir a un bento, si tenemos cuidado de espesar bien la salsa de curry. 

lunes, 19 de diciembre de 2011

La niña y el mar


El mar siempre me ha fascinado. Cuando era pequeña, el mar era para mí una franja estrecha de agua que nos separaba de Àfrica y los leones. Pero tenía unas corrientes bastantes fuertes, en la que si te despistabas nadando o jugando con los primos, la corriente te arrastra y entonces, por muy bien que sepas nadar, te ahogas y nunca más te encuentran. O al menos, eso era lo que me contaban mis padres para que no me alejara de la orilla y que me mantuviera siempre visible. Así se ahorraban sustos.


Nunca he sido una nadadora muy veloz, de hecho siempre he preferido bucear a nadar, y me entrenaba a todas horas para aguantar unos segundos más sumergida. Alcancé mi récord a los diez años, con un minuto y diez segundos, y mantuve esa marca todo el tiempo que pude.
De los once a los dieciocho, pasaba las vacaciones en un cámping de la playa de Valdevaqueros, en Tarifa. Ya se tenía cierta independencia, y nuestros padres podían relajarse un rato sin tener que estar pendiente de que sus pequeñines todo el tiempo. Y, como era habitual, no dejaba de practicar mis inmersiones buceando cada vez más lejos y más hondo.


Lo que más me gustaba era abrir los ojos en el mar. Los rayos de luz del atardecer se filtraban en forma de haces verdosos y dorados, sobre un horizonte submarino hecho de tonos de azul, abajo más oscuro y arriba, cerca de la superficie, en celeste. Alargaba los brazos y los observaba, moteados por la luz, tanto tiempo como me permitiera mi capacidad pulmonar. Subía a la superficie sólo para volver a bajar, hasta el suelo, donde el agua era más fría y dolía en los oídos. Subía con puñados de piedrecillas o buscaba conchas, que las de la orilla eran muy pequeñas o estaban rotas; no obstante, la mayoría del botín era devuelto al mar. Todavía conservo de aquella época una concha blanca y tres piedras planas, que de vez en cuando uso como inciensario.

Hoy en día, vivo en una ciudad sin mar. De vez en cuando, cierro los ojos y me veo ahí, con los brazos extendidos, braceando e impulsándome arriba y abajo, con los brazos llenos de reflejos verdes y dorados. Es muy probable que el día de mañana viva en otra ciudad que no tenga mar, pero no pasa nada. El mar que yo recuerdo no está fuera, sino dentro de mí, y allá a donde vaya lo llevo siempre conmigo.



lunes, 12 de diciembre de 2011

Bálsamo hidratante


No sé vosotros, pero con temperaturas de extremo frío o calor, siempre ando con los labios resecos. Además, últimamente tengo la piel de las manos muy seca y áspera. Si soléis tener los mismos problemas que yo, os dejo un remedio sencillo y económico.

Para hacer un bálsamo necesitamos:
Cera de abeja pura (Aprox 4 euros y da para MUCHAS veces)
Aceite (de oliva, de girasol con alguna hierba macerada etc…)
Un recipiente cerrado donde poner el preparado, previamente esterilizado.
Dos cazos, uno más grande que otro (yo uso una taza metálica)



1) Ponemos agua a hervir en el cazo de mayor tamaño.

2) Cuando esté listo, añadimos al cazo pequeño 3/7 de cera y 4/7 de aceite y esperamos a que ambos componentes se fundan entre sí. En realidad la proporción es algo aproximado, según el tipo de aceite que uses o la calidad de la cera, las cantidades pueden variar. No dejamos de remover durante todo el proceso, que no toma más de 2 o 3 minutos.

3) Mojamos una cuchara en la mezcla, sacamos y esperamos a que se enfríe. Con la yema del dedo, toma un poco y úntalo en el dorso de la mano, para comprobar que el bálsamo no haya quedado demasiado aceitoso-líquido ni demasiado duro. Por lo tanto, estamos a tiempo de corregir añadiendo un poco más de aceite o de cera. de Corregimos si es necesario y repetimos el proceso hasta quedar satisfechos con la textura.

4) Cuando tengamos el punto deseado, apartamos el bálsamo en pequeños tarros, dejamos enfriar a temperatura ambiente y los cerramos, anotando la fecha.


Puedes usar estos bálsamos como protector labial,  para dar masajes o como hidratante para el cuerpo. Si maceras hierbas como la caléndula o el romero en el aceite, el bálsamo también adquirirá sus propiedades. Otra opción es sustituir el aceite de girasol o de oliva virgen extra por otro tipo, como de almendra, de sésamo, o de jojoba.




sábado, 3 de diciembre de 2011

Magdalenas de verduras

¡Eh, joven estudiante! Si en tu piso compartido tienes la suerte de poseer un horno, y da la casualidad de que tienes restos de verdura en el frigorífico que amenazan con echarse a perder de un momento a otro, ésta es tu receta.

Necesitaremos
Tres huevos, seis cucharadas de harina y una de levadura para la masa base. (Si ves que tienes demasiadas verduras o muy pocas, puedes doblar la cantidad o reducirla a la mitad)
Verduras (pimiento, cebolla, calabacín...  todo vale)
Especias al gusto (curry, clavo, canela, orégano) pero no hay que abusar, sólo un toque.

Procedimiento:
Precalentamos el horno a 200ºC.
Picamos muy finamente las verduras y las freímos en una sartén con una cucharada de aceite hasta que estén doradas. Si quieres, puedes ponerlas en el microondas 5 min a máxima potencia, con un poco de agua rociada por encima.
En un bol grande, mezclamos los huevos, la harina y la levadura. Puedes añadir medio vasito de leche o un yogurt, si quieres. (Total, se te van a caducar...)
Añade las verduras a la masa y remueve bien. Este es el momento de darle un punto de sal o especiar a nuestro gusto. Se puede añadir también algunos frutos secos: nueces, almendras, pipas de girasol o de calabaza... les da un puntito.
Engrasamos los moldes y vertemos la masa. Si no tienes moldes de muffins no pasa nada, haz un bizcocho con cualquier otro que tengas por casa.
Horneamos durante 30 minutos. Apagamos el horno y dejamos 5 minutos más.

¡Ta-chán!

Aconsejo cortar el bizcocho en rodajas y servir en un plato con algún acompañamiento: patatas hervidas, salsa de nata y pimienta...


Se pueden comer frías y calientes, lo que es una gran ventaja a la hora de preparar un bento para el día siguiente. ¿Que qué es un bento? Espera y verás.

¡Que disfrutes!