viernes, 23 de marzo de 2012

Desempolvando recuerdos

A veces me pongo a pensar en el pasado.
No en un pasado reciente, voy mucho más allá. Anoche no podía dormir pensando en las cosas que tenía que hacer a lo largo del fin de semana; y como eso iba para largo, dí un frenazo mental. Pensé en cosas agradables para dormir. En lugares y situaciones relajantes. Evoqué el mar en el que me bañaba de pequeña. 
Pero todo fue inútil.

Entonces, entre mis variados pensamientos, se me vino a la cabeza la imagen de amigos y familiares señalándome, algunos con ironía, otros con admiración, otros tantos con indiferencia, mi capacidad de recordar con todo detalle cosas que han pasado hace mucho, mucho, mucho tiempo. Y entonces caí en a cuenta de lo siguiente: Nunca me ha dado por fondear en mis recuerdos más antiguos.

Recuerdo perfectamente la guardería. Cómo mi abuelo materno se presentaba en casa cuando aún estábamos desayunando y nos llevaba a mi hermana y a mí de la mano hasta allí. Jugábamos en el patio diminuto, girábamos en la tarima una y otra vez hasta caer mareados y sentir cómo toda la habitación daba vueltas, riendo. O cómo nos echábamos hacia atrás, a ver si realmente podíamos caer de espaldas en el suelo; yo nunca lo logré, en el último minuto daba un paso atrás y me incorporaba, pero en alguna que otra ocasión calculaba mal y me caía de lado. Fue ahí donde empezó mi aversión a recogerme el pelo con cintas y coletas, porque siempre se me caían mientras jugaba, o me destrozaba los peinados a base de manosearme el pelo. (¡Joder! Ahora que lo escribo es como si lo estuviera viviendo otra vez.)
Son recuerdos bonitos, pero no son los más antiguos.

Recuerdo la mesa redonda del comedor de casa, que luego cambiaríamos por la que tenemos ahora. Y la primera vez que África, la chica que nos cuidaba mientras mis padres estaban en el trabajo, me hizo un batido de fresas con fresas naturales. Me pasé días y días "portándome bien" para que me hiciera otro. También nos daba unos huevos minúsculos de chocolate cuando le dabas un beso, y nos hacía disfraces con servilletas desdobladas que luego pegaba con cinta adhesiva. Mi favorito era el de Batman, que tenía casco y todo ¡era genial! y después el de Supermán, que usaba saltando por el sofá verde del comedor gritando "¡África, África, mira como vuelo!"

Ese mismo sofá verde en cuyo respaldo me ponía de pie, apoyándome en la pared, mientras mi hermano (Ese gran desconocido) pasaba las manos palmeando y diciendo con voz de ultratumba "¡el arran...capiés!" Gritábamos mucho, claro, a nadie le gusta que le arranquen los pies, y entonces venía nuestra madre a reñirnos. Creedme si os digo que la frase más usada por mí de pequeña era "¡Mamaaa! ¡Mira a Santi!" "¡Mamaaa! ¡Santi me está haciendo de rabiar!" Y sus múltiples variantes. Pero gracias a él me apasionan los videojuegos, porque gracias a él entró en casa la primera consola, una NES que todavía pulula por los armarios. Algún día la repararé y jugaré con ella y todos los cartuchos que teníamos, pero eso es futuro, y yo estoy hablando de pasado. De todos modos, las jugarretas de mi hermano no son mi recuerdo más antiguo.

¿Cuál es entonces? 
Mirar una foto unas semanas antes, en casa, me dio la pista. Una foto ligeramente desenfocada, en la que el flash se "come" mi diminuta nariz, el pelo me tapa las orejas y las cejas. y salgo con cara de susto.  Seguramente debía ser de las primera veces que me daban un flashazo en la cara, o puede que sea porque era la primera vez que escuchaba música con unos auriculares. En la trona estaba el walkman, mucho más grande que mis manos.
Esa foto.
Me la tomó mi abuelo. 
El día en que mi hermana Eva vino por primera vez a casa.

Me acuerdo de eso, perfectamente. No sé qué sucedió cuando entraron por la puerta cargando con el bebé, ni lo que sentí la primera vez que la vi. Ni cuánto tiempo estuve ese día con mi abuelo, ni lo que hice a lo largo del mismo. Pero si hubiese tenido uso de razón (algo más de lo que una criatura de 14 meses de edad pueda tener) le hubiera dicho "Bienvenida al mundo, pequeña"

Curioso.


Mi recuerdo más antiguo es también uno de los más bonitos.


3 comentarios:

  1. Muy bonito y se ve que tienes muchos recuerdos bonitos de tu abuelo. Me gusta.

    ResponderEliminar
  2. Yo leo estas cosas a estas horas intempestivas y me entra una cosa por dentro... Ains... eres una shishera.

    ResponderEliminar
  3. Que grande eres, vales x2

    ResponderEliminar