jueves, 17 de noviembre de 2011

El poder de la evasión


Hace pocos días, quedé en la Alameda con unos amigos para tomar un cafetillo y pasar la tarde. Como es natural en esta época del año, oscurece bastante temprano, con el consiguiente descenso de la temperatura; sólo tenía como abrigo una chaqueta fina de algodón, que no hacía gran cosa.
No me apetecía tomar el bus hasta casa, así que saqué una bicicleta de una estación cercana, la cual sólo tenía dos disponibles. Me subí la cremallera hasta arriba, me tomé unos segundos para calcular la ruta más corta y puse un poco de música. Hacía casi un año que no montaba en bici, mi cuerpo lo notaba: me costaba mucho más trabajo que antes pedalear manteniendo un buen ritmo, ligero y estable. Transpiraba mucho, me faltaba el aire…

…cuando iba al instituto, nuestro profesor de Educación Física era implacable. Daba igual que hiciera frío o que fuese primera hora: siempre dábamos diez vueltas al patio, luego hacíamos ejercicios de movilidad y luego calentamiento muscular y articular. La media hora que sobraba la dedicábamos a practicar algún deporte o a juegos para mejorar el reflejo o la coordinación. Yo sufría terriblemente en la primera parte de la clase, pero pronto aprendí que si evadía mi mente y la “desconectaba” del cuerpo pensando en cualquier cosa (Normalmente en videojuegos o en la saga fantástica que estuviera leyendo en ese momento), podía aguantar mucho más tiempo corriendo.

Y eso fue lo que hice en esta ocasión: Dejé que mis pies pedalearan ellos solos mientras mi mente estaba lejos, muy lejos, recordando momentos mejores, pensando en videojuegos y en libros, para no perder la costumbre, sopesando la posibilidad de tener una mascota y debatiendo conmigo misma si merece la pena poner un árbol de plástico en mi habitación para celebrar el solsticio de invierno.
Cuando volví a la realidad, me había pasado bastante de largo la estación de SeVici que está enfrente del piso, de modo que giré y volví sobre mis pasos (¿O debería decir “pedaleos”?) para anclar allí a la número 2581, que tenía la tercera marcha un poco dura y a veces le bailaba el sillín, pero por lo demás era perfecta.

3 comentarios:

  1. Perdón de antemano por meterme donde no me llaman, perooooo ¿árbol de plástico? norrrlll mejor un bonsai que ya los hay baratitos, por lo menos es árbol, de buen tamaño y de verdad!!

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  2. Es el arbolito de navidad, si no compro uno de medio metro hecho de plástico no sé yo cómo meterlo en mi habitación. XD

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  3. Todo este blog es fruto de traumas infantiles......juveniles y gordiles, no?

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