lunes, 10 de octubre de 2011

Llega la noche

El despertador suena.
Lo apago.
Suena otra vez.
Lo apago de nuevo...
Pero a la tercera va la vencida, y una agotadísima Elouan se levanta de la cama, se mira al espejo y se promete acostarse más temprano la próxima vez. Luego, abre la ventana para ver qué temperatura hace, y escoger así la ropa que va a ponerse para ir a clase. A pesar de tener el armario lleno, siempre escoge entre las mismas cinco camisetas (que su madre amenaza de vez en cuando con tirar) y tres pantalones. Según el tiempo que le quede, desayuna una u otra cosa. Pan tostado con crema de queso y miel, bizcocho casero de la tarde anterior, cereales con leche, o en el peor de los casos, un yogurt. Para beber, té. Siempre té. 

Elouan sale a la calle, gira a la derecha y camina. Todavía no sabe si coger el bus o ir andando, y se pregunta cuándo le llegará el nuevo carnet de Sevici que tuvo que volver a pedir cuando perdió la tarjeta antigua. De todos modos, en la estación que tiene al lado de casa nunca hay bicis, pero ya buscará otras estaciones cercanas (y nunca lo hace). Cuando llega a la parada del bus, mira el indicador de tiempo de espera: 8 minutos es esperar demasiado tiempo, de modo que decide ir andando. Mientas camina escucha música, o ciertos podcast de cine y videojuegos. Hace un repaso de lo que tiene para hoy:
"Un resumen para esta, un comentario para la otra, ¡joder con el de la bici, que casi me mata! las fichas se me olvidaron ayer pero de hoy no pasan ¡Huy, qué monada de pajarillo! Se me ha olvidado lo de segunda hora que no sé lo que era, le preguntaré a Fátima. Tengo que hacer la compra, no me queda pan, ni huevos, ni queso fresco. A ver si quedo con Julio un día y cocinamos. Tengo que subirme la guitarra de Algeciras. ¡Cómo mola este tema! ¡CHA-chanan-tu-praaaaaaaaw-PUM-da-chaaaaaaawn! Hum... ¿En qué aula era la clase de hoy a primera hora?"

Cinco horas más tarde (cuatro si en viernes), Elouan se despide de algunos compañeros y camina (o, de nuevo coge el autobús según convenga) a casa. Cuando va en bus le gusta leer los poemas que hay en las puertas de bajada, especialmente si son de los hermanos Machado. Luego llega a su casa, se cambia de ropa y come algo que no tarde demasiado en cocinarse. 
A las cuatro se prepara un litro de té, y comienza a leer los libros obligatorios de las asignaturas de literatura, y sobre las cinco o seis se dedica a lengua y lingüística. Cuando acaba, por fin, se pone al día en las series que sigue, o bien continúa leyendo otra clase de libros más ligeros, o va a hacer la compra, o limpia lo que tenga asignado esa semana en el piso, o habla con amigos lejanos por skype...

Pero las noches son todas son iguales, todas suyas:
Elouan extiende con cuidado un poco de tabaco húmedo en la cazoleta que cubre con papel de aluminio. Perfora con cuidado la superficie. Luego apaga las luces, enciende tantas velas como sea necesario y una cerilla, que coloca bajo el carbón hasta que está al rojo vivo. Abre las pinzas para que éste caiga, y el sonido del tabaco cociéndose es, para ella, uno de los más conciliadores y reconfortantes. Aspira una calada rápida pasados unos segundos, para calentar la shisha y ponerla a punto.
Pero la cuarta calada es siempre la mejor, la más pausada, en la que se paladea el sabor; en la que se puede ver, a la luz de las velas, el denso humo blanco saliendo de la boca. 
Nada existe fuera de la habitación, sólo está Elouan con sus reflexiones, ideas y fantasmas. Disfrutando de una de tantas noches de shisha.





Cuando todo acaba mira el reloj. Es tarde, pero le apetece seguir fumando, y coloca otro carbón.
Eso sí, se promete que, pase lo que pase, en la noche siguiente se acostará más temprano...
...pero nunca lo hace.


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